La adicción al sexo, también conocida como Deseo Sexual Hiperactivo, es una adicción que se manifiesta a través de un impulso sexual incontrolado.
La adicción al sexo comienza a detectarse con los síntomas de privación inherentes a la ausencia de actividad sexual. Es común que el adicto busque sexo obsesivamente y, en su defecto, compre ese sexo sin ningún sentimiento asociado. La intimidad física contrasta con una enorme distancia psicológica y, a menudo, se desconoce el nombre de la pareja.
El espectro de comportamiento de las personas consideradas adictas al sexo puede incluir masturbación obsesiva, exhibicionismo, compra de material pornográfico, uso de servicios eróticos por teléfono o por Internet, voyerismo, relaciones sexuales con personas desconocidas o trabajadoras sexuales, abuso sexual, comportamiento sexual en público, sadomasoquismo. En el límite, puede incluir violación, incesto, abuso de niños o adultos con déficit de conciencia, entre otros.
En términos físicos, la adicción al sexo te expone a problemas de sueño, hipertensión arterial, agotamiento físico, úlceras, enfermedades de transmisión sexual, disfunciones sexuales, entre otros.
Desde un punto de vista emocional, esta dependencia sofoca los sentimientos hasta tal punto que la persona puede incluso experimentar descuido y apatía. La puerilidad, la impaciencia, la exigencia excesiva, el miedo al rechazo, el aislamiento y la desesperación también son habituales en este tipo de dependencia.
A nivel cognitivo, puede interferir con los procesos mentales, comprometiendo el estado de alerta, la agudeza mental, la atención y la concentración. Sin embargo, es probable que la continuidad de la mentira, la negación, la racionalización, la minimización y la proyección desencadenen pensamientos paranoicos, como la manía de persecución.
Los dependientes también pueden gastar recursos económicos que tienen y no tienen, con prostitución, pornografía, instrumentos sexuales, videollamadas y encuentros eróticos, obsequios excéntricos para amantes, entre otros gastos.
En el campo social (familia, amigos, trabajo), además del tiempo, el adicto al sexo también retira la atención y el dinero, ajeno a su egocentrismo y su incapacidad para amar eficazmente. Cuando el dependiente está casado, esta dependencia puede dar lugar a maltrato familiar físico e incluso sexual. Las amistades de este tipo de dependientes son superfluas y solo se cultivan como generadoras de compensaciones (preferentemente sexuales).
Con un alto nivel de deseo y fantasías sexuales, el individuo con esta patología siente la necesidad de ocupar gran parte de su tiempo con este tipo de prácticas. La exageración del deseo sexual en los hombres se llama satiriasis, y en relación a las mujeres nos referimos a la ninfomanía.
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