Las drogas han formado parte del grupo de adicciones más estigmatizadas durante mucho tiempo.
Para muchos, decir que alguien está drogado equivale a considerar a esa persona por debajo de la dignidad humana, es mirarlo como un ser peligroso, manipulador, a veces, casi un animal despreciable.
Sin embargo, esta es una adición que no elige condiciones sociales, edad, género o raza.
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Cualquiera que haya nacido con predisposición a pensamientos obsesivos y conductas compulsivas (alrededor del 10% de la población mundial) puede, en algún momento de su vida y por diversas razones, desarrollar una adicción a las drogas.
La búsqueda de la “felicidad sintética” puede, para muchos, comenzar todavía en los bancos de la escuela, cuando el joven está en desarrollo físico y psicológico, sintiendo la necesidad de afirmarse personal y socialmente (siendo el grupo su estándar de referencia). En este período, el atractivo de la aventura se hace sentir con vehemencia y las acciones parecen no tener consecuencias.
Sin embargo, luego de la “luna de miel” que brindan las drogas, el vacío que el joven eventualmente pretendía llenar se instala en su corazón en dosis dobles o triples. Ya no es solo la falta de algo en la vida, que a veces no se puede explicar, sino también la falta de uso de la sustancia de la que se llega a depender.
A medida que pasa el tiempo, la adicción a las drogas gana terreno y el deseo de posponer la angustia momentánea crea una angustia permanente. Sin embargo, la engañosa seducción de las drogas destruye los sueños para construir pesadillas, muchas veces llenas de robos, prostitución y la muerte misma. Generalmente, estos son los tres posibles resultados de la drogodependencia activa: prisión, hospital y / o muerte.
Cuando señalamos con el dedo a un drogadicto, rara vez pensamos en el horrible sufrimiento asociado con esta adicción. Los críticos parecen más interesados en “hablar” que en ayudar a un ser humano como ellos que necesita ayuda para recuperar su dignidad, su vida, la capacidad de liberarse, esta vez con algo que no lo destruya, de volver a creer en sus semejantes, de recuperar la alegría de vivir.
Sin embargo, todo esto solo se hará realidad cuando te detengas a pensar por qué el hijo o hija ha perdido tanto y no tiene ánimos para los estudios, cuando te atreves a preguntarle a tu esposo o esposa el motivo de tantos gastos, cuando llevas un hermano o amigo a una solución a su problema y cuando las manos de cada uno de nosotros se acercan al siguiente, no para juzgar o acusar, sino para que podamos tomar la mano de quienes quieren y necesitan ayuda para liberarse de su adiccion. Si necesitas ayuda, ya lo sabes: cuenta con nosotros.